martes, 25 de febrero de 2014

Papa Francisco: "Entráis en la iglesia, no en una corte"



Otra lección magistral de este papa que intenta devolver a la iglesia al lugar que la corresponde.






FRANCISCO: «ENTRÁIS EN LA IGLESIA, NO EN UNA CORTE»
Darío Menor.  Ciudad del Vaticano. 



 



El primer consistorio del pontificado de Francisco concluyó ayer con la misa que concelebraron en la basílica de San Pedro más de 150 cardenales y en la que el Papa les dijo a los 19 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio que entraban «en la Iglesia de Roma, no en una corte». «Evitemos todos y ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos cortesanos: intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias. Que nuestro lenguaje sea el del Evangelio, que nuestras actitudes sean las de las Bienaventuranzas, y nuestra senda la de la santidad», les pidió Jorge Mario Bergoglio. Partiendo de las lecturas del Evangelio realizadas antes, el Pontífice instó en su homilía a los nuevos purpurados, entre los que había un español, Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona, a que trataran de imitar «la santidad y la perfección de Dios», aunque les pareciera una «meta inalcanzable». Para ello debían confiar y entregarse al Espíritu Santo, teniendo en cuenta que la santidad cristiana «no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad querida y cultivada de Dios».
Es precisamente el Espíritu, destacó Francisco, el que logra «purificar», «trasformar» y «modelar día a día» a las personas para que se dirijan hacia la «bondad y belleza» de Dios y destierren así actitudes como «el egoísmo y el orgullo». Jesús en el Evangelio también habla de la santidad, oponiendo su justicia a la de los escribas y los fariseos, quienes proponían el «ojo por ojo, diente por diente». Ahondando en la propuesta de Cristo de ofrecer «la otra mejilla» al que te abofetea una de ellas, dijo el Papa: «No sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos esforzarnos por hacer el bien con amplitud». Esa es la forma en que Jesús les pide a sus discípulos que se comporten, amando a quien no lo merece y sin esperar recompensa alguna, «para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo». Cristo, subrayó Francisco ganándose las sonrisas de los presentes en la basílica vaticana, no vino al mundo «para enseñarnos los buenos modales» o «las formas de cortesía». «Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino es la misericordia. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo», destacó.
Esto es lo que la Iglesia y el Señor piden a los cardenales, que testimonien «con mayor celo y ardor estas actitudes de santidad». De ese «suplemento de entrega gratuita» nace la «santidad de un cardenal» que Francisco deseó en todos los miembros del Colegio Cardenalicio. «Por tanto, amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a quien habla mal de nosotros; saludemos con una sonrisa al que tal vez no lo merece; no pretendamos hacernos valer, contrapongamos más bien la mansedumbre a la prepotencia; olvidemos las humillaciones recibidas», propuso el Papa. Les pidió a los cardenales que se dejen guiar siempre por «el Espíritu de Cristo, que se sacrificó a sí mismo en la Cruz, para que podamos ser cauces por los que fluye su caridad». Recordando las palabras de san Pablo, quien decía que «santo es el templo de Dios, que sois vosotros», habló el Papa luego de la «liturgia del amor», que caracterizó como llena de «bondad, perdón y servicio». «Este templo nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para el prójimo», advirtió. «Cuando en nuestro corazón hay cabida para el más pequeño de nuestros hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto. Cuando a ese hermano se le deja fuera, el que no es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío de amor es como una iglesia desconsagrada, sustraída al servicio divino y destinada a otra cosa».
En la conclusión de su homilía, Francisco hizo un llamamiento a los cardenales para que todos ellos y junto al Papa permanecieran «unidos en Cristo y entre nosotros». A continuación les pidió «cercanía con la oración, el consejo, la colaboración». Y acabó haciendo un llamamiento a «los obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos» para que invocaran la acción del Espíritu Santo con el objetivo de que el Colegio cardenalicio tenga cada vez más ardor pastoral, esté más lleno de santidad, para servir al Evangelio y ayudar a la Iglesia a irradiar el amor de Cristo en el mundo». Concluído el consistorio, el Papa Francisco dedicará este principio de semana a participar en nuevas reuniones encaminadas a la reforma de la Iglesia. Hoy y mañana está previsto que se vea con los representantes del Consejo del sínodo, el grupo de 15 prelados elegido en la asamblea del año pasado sobre la nueva evangelización. Tratará con ellos la preparación del próximo sínodo, que se celebrará en el mes de octubre y estará dedicado a la pastoral familiar.



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