Otra lección magistral de este papa que intenta devolver a la
iglesia al lugar que la corresponde.
FRANCISCO: «ENTRÁIS EN LA IGLESIA, NO EN UNA CORTE»
Darío
Menor. Ciudad del Vaticano.
El primer consistorio del pontificado de Francisco
concluyó ayer con la misa que concelebraron en la basílica de San Pedro más de
150 cardenales y en la que el Papa les dijo a los 19 nuevos miembros del
Colegio Cardenalicio que entraban «en la Iglesia de Roma, no en una corte».
«Evitemos todos y ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos
cortesanos: intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias. Que
nuestro lenguaje sea el del Evangelio, que nuestras actitudes sean las de las
Bienaventuranzas, y nuestra senda la de la santidad», les pidió Jorge Mario
Bergoglio. Partiendo de las lecturas del Evangelio realizadas antes, el
Pontífice instó en su homilía a los nuevos purpurados, entre los que había un
español, Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona, a que trataran de
imitar «la santidad y la perfección de Dios», aunque les pareciera una «meta
inalcanzable». Para ello debían confiar y entregarse al Espíritu Santo,
teniendo en cuenta que la santidad cristiana «no es en primer término un logro
nuestro, sino fruto de la docilidad querida y cultivada de Dios».
Es precisamente el Espíritu, destacó Francisco, el que
logra «purificar», «trasformar» y «modelar día a día» a las personas para que
se dirijan hacia la «bondad y belleza» de Dios y destierren así actitudes como
«el egoísmo y el orgullo». Jesús en el Evangelio también habla de la santidad,
oponiendo su justicia a la de los escribas y los fariseos, quienes proponían el
«ojo por ojo, diente por diente». Ahondando en la propuesta de Cristo de
ofrecer «la otra mejilla» al que te abofetea una de ellas, dijo el Papa: «No
sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos
esforzarnos por hacer el bien con amplitud». Esa es la forma en que Jesús les
pide a sus discípulos que se comporten, amando a quien no lo merece y sin
esperar recompensa alguna, «para colmar los vacíos de amor que hay en los
corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en
el mundo». Cristo, subrayó Francisco ganándose las sonrisas de los presentes en
la basílica vaticana, no vino al mundo «para enseñarnos los buenos modales» o
«las formas de cortesía». «Para esto no era necesario que bajara del cielo y
muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el
único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino es la
misericordia. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del
mundo», destacó.
Esto es lo que la Iglesia y el Señor piden a los
cardenales, que testimonien «con mayor celo y ardor estas actitudes de
santidad». De ese «suplemento de entrega gratuita» nace la «santidad de un
cardenal» que Francisco deseó en todos los miembros del Colegio Cardenalicio.
«Por tanto, amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a quien habla mal de
nosotros; saludemos con una sonrisa al que tal vez no lo merece; no pretendamos
hacernos valer, contrapongamos más bien la mansedumbre a la prepotencia;
olvidemos las humillaciones recibidas», propuso el Papa. Les pidió a los
cardenales que se dejen guiar siempre por «el Espíritu de Cristo, que se
sacrificó a sí mismo en la Cruz, para que podamos ser cauces por los que fluye
su caridad». Recordando las palabras de san Pablo, quien decía que «santo es el
templo de Dios, que sois vosotros», habló el Papa luego de la «liturgia del
amor», que caracterizó como llena de «bondad, perdón y servicio». «Este templo
nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para el prójimo»,
advirtió. «Cuando en nuestro corazón hay cabida para el más pequeño de nuestros
hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto. Cuando a ese hermano se le
deja fuera, el que no es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío de amor
es como una iglesia desconsagrada, sustraída al servicio divino y destinada a
otra cosa».
En la conclusión de su homilía, Francisco hizo un
llamamiento a los cardenales para que todos ellos y junto al Papa permanecieran
«unidos en Cristo y entre nosotros». A continuación les pidió «cercanía con la
oración, el consejo, la colaboración». Y acabó haciendo un llamamiento a «los
obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos» para que
invocaran la acción del Espíritu Santo con el objetivo de que el Colegio
cardenalicio tenga cada vez más ardor pastoral, esté más lleno de santidad,
para servir al Evangelio y ayudar a la Iglesia a irradiar el amor de Cristo en
el mundo». Concluído el consistorio, el Papa Francisco dedicará este principio
de semana a participar en nuevas reuniones encaminadas a la reforma de la
Iglesia. Hoy y mañana está previsto que se vea con los representantes del
Consejo del sínodo, el grupo de 15 prelados elegido en la asamblea del año
pasado sobre la nueva evangelización. Tratará con ellos la preparación del
próximo sínodo, que se celebrará en el mes de octubre y estará dedicado a la
pastoral familiar.
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