domingo, 16 de diciembre de 2012

Los tres árboles - reflexión



Muchas veces cuando nuestros sueños e ilusiones no salen tan rápido como queremos nos enojamos, pero esta historia nos demuestra que si nos ponemos en manos de Dios todo puede ser posible.






LA HISTORIA DE LOS TRES ÁRBOLES 


Esta es la historia de tres arbolitos que vivían en la cumbre de una montaña y que, como buenos amigos, se contaban todos sus sueños e ilusiones sobre lo que deseaban que el futuro les deparara.

El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y de piedras preciosas. Yo seré el cofre de los tesoros más hermoso del mundo".
El segundo arbolito observó un pequeño arroyo que encaminaba sus aguas hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar conmigo a reyes poderosos. Yo seré el barco más importante del mundo".
El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados y pesarosos de tantos infortunios y dijo: "Yo no quiero dejar la cima de la montaña jamás. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levanten su mirada al cielo y piensen en Dios. Yo seré el árbol más alto del mundo".

Los años fueron pasando. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida de su hacha el primer árbol cayó. "Ahora me convertirán en un cofre hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.
Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la arremetida de su hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora podré navegar por mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Seré el barco más importante y en el que subirán los reyes más poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en él. El árbol se quedó rígido, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la arremetida de su hacha, el tercer árbol cayó.

El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto le sobrevino la tristeza. El carpintero lo convirtió en un pobre pesebre para alimentar a las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Solo contenía pasto.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero pronto se entristeció porque no era el mar sino un lago. Por allí no había ningún rey poderoso únicamente pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de él una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia.



        

Pasó el tiempo. Una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada y una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo ella y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro más grande del universo.

Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡qué pena tan grande, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso. En esto estaba pensando cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden: "¡Calma!". Al instante, la tormenta le obedeció y dió lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.

El tercer árbol fue convertido en sendos leños que, por muchos años, fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos le parecía su sueño de juventud! 

Sin embargo, un viernes por la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. Se quedó horrorizado al notar que le estaban poniendo sobre la espalda de un hombre inocente que había sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron las manos y los pies.  Quedó colgado sobre los maderos del tercer árbol, sin quejarse, tan sólo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. El árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, sino que además se sentía  cómplice de aquél crimen ignominioso y tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que jamás había existido o existirá,  pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de él para salvar al mundo! 

La cruz era trono de gloria para el rey victorioso.  Así que cada vez que la gente pensara en él recordarían que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. 

Por todo el mundo y por siempre, millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar más digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y así, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el más alto del mundo y al mirarlo todos los seres de la tierra pensarán Dios.

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