Una vez más estoy de casi acuerdo
con este estupendo escritor. Digo casi
porque hay una cosa con la que no estoy de acuerdo y es en lo referente a que
la Iglesia se ha manifestado en contra de su instalación.
No comprendo esa postura porque,
a la vista de lo que acontece, sería mejor luchar por erradicar otra clase de
"vicios" que hacen daño a terceras personas y luchar para
erradicarlos.
Como dicen las Escrituras,
cada cual dará cuenta de sus actos y será responsable de su destino eterno.
EUROVEGAS, SÍ
Alfonso
Ussía
No soy
jugador. No entro en los casinos. Por no jugar, no compro ni lotería ni hago
quinielas. Lo más que accedo a jugarme es una comida al mus, siempre que la
partida no se alargue. En la edición de ABC del «Mus» de Antonio Mingote
finaliza de este modo mi prólogo:
«Un libro
maravilloso para un juego –seamos valientes y reconozcámoslo– que es un
tostón».
Si me pierdo
en los Estados Unidos, no me busquen en Las Vegas, y si lo hago en Asia, jamás
en Macao. En los tiempos gloriosos del Hipódromo de La Zarzuela, me atreví a
apostar en muy contadas ocasiones, y mi caballo siempre llegó del quinto puesto
hacia atrás. Lo único que me ha tocado en mi vida, en la Tómbola de la Vivienda
del Bulevar de San Sebastián, ha sido una olla a presión. El juego, la apuesta
y yo no formamos parte del mismo círculo de amistades. No obstante, soy
partidario de la instalación del complejo «Eurovegas» en Alcorcón, y si
albergaba dudas y recelos al respecto, se han disipado al comprobar lo mal que
ha caído en las izquierdas el fastuoso proyecto.
Además de
los miles de puestos de trabajo que se crearán durante su construcción, sus
promotores aseguran que para su explotación y mantenimiento se precisarán más
de 250.000 empleos fijos. Sólo por ese detalle, esa promesa y esa ilusión, hay
que apoyarlo. Nadie va a ser obligado a visitar «Eurovegas», cortesía que
agradezco. La Iglesia también se ha manifestado en contra de su instalación, y
me parece coherente. El juego es un vicio y la Iglesia no puede fomentarlo,
aunque la mayor parte del complejo esté proyectada al ocio. ¿La prostitución?
Salgan de noche o adquieran un periódico con anuncios de contactos. Y si
quieren ser testigos de las bajezas de nuestra sociedad, recorran en una noche
fría la Casa de Campo de Madrid, con los cuerpos desnudos de las prostitutas
sin techo, de los travestis ateridos y de los golfos que por unos pocos euros
se creen dueños y señores de la nueva esclavitud.
Vicio, vicio
y vicio, dicen los «progresistas». Los socialistas y comunistas contra el
pecado y los conservadores creando 250.000 puestos de trabajo. Creo que se les
han fundido los plomos. Por presiones políticas, «Eurodisney» se instaló en
París, y sus responsables aún lamentan su rechazo a Almería, con más de
trecientos días de sol al año. En España tenemos un valor añadido además del
IVA, y no es otro que el sol. Podrían haber elegido los de «Eurovegas»
Barcelona, pero los americanos saben mucho de dinero y no son tontos. Alcorcón se
ha beneficiado también del empecinamiento separatista. El movimiento del dinero
es más fluído en el sosiego que en la tensión.
Si hay que
suavizar la fanática Ley antitabaco de Trinidad Jiménez, se suaviza. Zonas para
fumadores y grandes espacios para los que huyen de los humos bogartianos. La
realización culminada de un proyecto de esta magnitud no es una noticia de
todos los días, aunque para algunos Ignacio González –y antes, Esperanza
Aguirre–, se hayan vestido de pecadores mefistofélicos y Tomás Gómez parezca
por su rechazo al vicio, la reencarnación del cardenal Segura.
Resulta divertido leer los comentarios y mensajes de los que se
oponen a «Eurovegas». Los tópicos y lugares comunes de siempre. «Esto es para
que los ricos tengan más dinero y los pobres sigamos en la necesidad». La gran
necedad extendida y contagiada. La síntesis del proyecto es mucho más sencilla.
Miles de puestos de trabajo en su construcción. Centenares de miles en su
desarrollo y explotación. Turismo de masas proveniente de Europa, que tendrá en
una localidad cercana a Madrid su capital del ocio y el juego. A eso se le
llama riqueza. No me encontrarán jamás en «Eurovegas». Se trata de una cuestion
personal. Pero el proyecto se me antoja formidable.
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