martes, 1 de octubre de 2013

Javier Elzo - Reflexiones de un sociólogo -



Muy buen artículo si, como dice este sociólogo, queremos subir de nivel y situarnos dentro del plano que actualmente necesita la iglesia y los seguidores de Cristo.




Los problemas planteados en un determinado nivel sólo se resuelven de verdad subiendo de nivel y situándose en un plano más alto. Éste era el motivo de fondo de mi postal anterior titulada ¿Una generación clerical perdida?, en la que me atrevía a decir que la generación clerical postconciliar hispana no había sabido resolver los problemas reales de la Iglesia, ni ofrecer una aportación real y creadora a la sociedad.
Los problemas no son de los miembros particulares de esa generación, que no han sido ni mejores ni peores que los de otras generaciones (¡quizá mejores!), sino de la misma estructura clerical (nombramiento de obispos, formación de candidatos…), que ha intentado mantener lo que había, no para recrearlo, como había pedido el Vaticano II. Y queriendo mantener lo que había (que ya no existe, ni responde a los problemas actuales, ni a la dinámica del Evangelio) está corriendo el riesgo de perderlo.
Los responsables de esa generación han debido enfrentarse a grandes problemas interiores y exteriores (de iglesia y sociedad, de economía y política, de cultura y vida…) y han querido resolverlos en su nivel (retornando a lo anterior), en vez de aventurarse de manera creadora y buscar un nivel más alto, como pedía el Vaticano II. Es evidente que, en un plano, han fracasado, no por culpa de ellos, sino de un tipo de estructura y del mismo cambio de los tiempos, que ha colocado en otros mares el barco de la Iglesia; cuando pensábamos estar en un sitio nos hallamos en otro (conforme a lo que pasa en la «derrota» del barco, en sentido náutico).
La parábola de las dos ancianas
En ese contexto quise contar ayer la parábola de las Dos Ancianas (novelas de V. Wallís) que había sido comentada y aplicada en un sentido extenso por M. J. Arana:
a. Una tribu que no sabía resolver sus problemas expulsaba a dos ancianas, condenándolas a morir de frío en el duro Árctico.
b. Pero las ancianas aprendieron a responder de otra manera, subieron de nivel y resolvieron problemas que los jóvenes no habían sabido resolver.
c. Esas ancianas enseñaron nuevamente a los jóvenes a enfrentarse de un modo distinto a los problemas de la vida, en un nivel más alto.
De fondo había una lección: Pienso que los “viejitos” del tiempo del Concilio, dispuestos a cambiar desde el Espíritu, pueden ayudarnos todavía, con su fidelidad, con su ejemplo de «aggiornamento» profundo, no de simple maquillaje falsamente estético.
El tema de las generaciones clericales
Desde ese fondo quise situar, muy en general, el tema de las generaciones clericales hispanas, tras el Vaticano II, a la luz de la apertura del Papa Francisco:
a. La generación conciliar supone responder (en general), aceptó el Concilio con generosidad, se dispuso al cambio, supo subir de nivel.
b. Pero la generación post-conciliar tuvo miedo, quizá por sí misma, quizá por las directrices que venían de Roma, quizá por los mismos obispos, nombrados para mantener lo anterior, no para recrearlo a la luz del Vaticano II y del Evangelio. Y como sucede en estos casos aquello que se quiere sólo mantener se pierde. Para resolver los problemas hay que subir de nivel, y esta generación no ha querido o no ha podido (o no le han dejado ) hacerlo. En ese sentido he dicho que ha sido (en parte, en general) una generación perdida.
c. La nueva generación (la que ahora nace, la que debe empezar) tiene pues una tarea más grande, y para ello tiene que empalmar con la generación conciliar (con las dos viejitas de la parábola de Wallis), sabiendo que sólo se conserva lo que se recrea y que sólo se resuelven los problemas subiendo de nivel.
Un nivel más alto, con la ayuda de F. J. Elzo
En el plano en que actualmente se sitúa la generación postconciliar, con sus obispos (en general), con sus planes de presencia pastoral y social, con su visión del mundo, los problemas de la Iglesia hispana (y quizá mundial) no tienen solución. Para ser fieles al fermento de Jesús hay que subir de nivel, volviendo por un lado al Evangelio y por otro a la Realidad social y eclesial de nuestro tiempo.
Éste no es un argumento simplemente teológico, sino también social o sociológico, como ha puesto de relieve Javier Elzo, en su nuevo libro Los cristianos ¿en la sacristía o tras la pancarta? Reflexiones de un sociólogo (PPC, Madrid 2013). Es un libro que no trata directamente de lo que yo voy diciendo en esta postal, pero que concuerda básicamente con mis reflexiones.
No lo digo yo, lo dice un sociólogo creyente, con gran autoridad. En el nivel en que se está moviendo, en sus niveles de dirección más alta, la iglesia clerical no responde al evangelio, ni resuelve los problemas cristianos de la actualidad, ni aporta su fermento a la vida social.
No se trata de condenar al clero, pues hay cientos y cientos, y miles y miles de pastores y de cristianos comprometidos que son de una gran altura humana. Se ha dicho a veces que con estos mimbres sólo se pueden hacer estos cestos. Pues bien, eso no es cierto.
Con los mimbres actuales se pueden hacer cestos muy distintos. Con la mayoría de los pastores actuales se pueden hacer trabajos más hondos, pero sólo subiendo de nivel. Estos ministros han sido y siguen siendo lo mejor del tesoro de la Iglesia, y así quiero rendirles aquí mi homenaje de admiración y de agradecimiento. Pero el “sistema oficial” en que están insertos no funciona.
Hay que subir de nivel, en un plano sociológico y evangélico. Así quería decirlo yo ayer, con la parábola de las Dos Ancianas, apelando al Espíritu del Concilio, que nos puede ayudar a situarnos mejor ante los temas pendientes. Así lo dice en otro plano J. Elzo en su libro. Subamos de nivel, antes de que sea demasiado tarde (como he propuesto en mi libro La historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013).

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