En relación con este
tema, hay que ver cuántos intereses hay de por medio.
Gente importante metida
a “entendidos” en esta materia cuando no tienen ni repajolera idea de nada, cuando ellos son los primeros en saltarse las
normas a la torera, es decir, tienes casas con un montón de utensilios que contaminan
diez mil veces más que cualquiera de las nuestras, pero se permiten dar
consejos y hablar de cataclismos a los demás y, además, van dando conferencias
al respecto y cobrando miles de dólares por engañarnos.
Está muy viene estar
informados, pero seamos listos y no dejemos que esos “traidores y llevadores”
de malas noticias nos tomen el pelo.
EL ÁRTICO SE DESHIELA DESDE 1938
Pedro Fernández Barbadillo
Desde hace
unos años, la canción del verano ya
no es la aparición del monstruo del Lago Ness, sino el deshielo del Ártico,
expuesto en unas focas o en un oso polar (que suele comerse a las primeras) en
un trozo de hielo a la deriva. Y los medios de comunicación más importantes,
los que marcan las tendencias y las modas, difunden la imagen de un globo
terráqueo que es como una copa de helado en el que se derrite la parte superior
y el líquido se derrama sobre las tierras emergidas, ahogando a millones de
personas y devastando las costas.
La BBC
aseguró en 2007 que en 2013 el Ártico
estaría libre de hielo debido al calentamiento global,
basándose en las conclusiones de una investigación presentada ese año por el
profesor norteamericano Wieslaw Maslowski.
El verano ha
concluido en el Hemisferio Norte y el Ártico ha dado una sorpresa a los
científicos y los calentólogos profesionales: la
capa de hielo ha crecido un 29% respecto a la registrada en el
verano de 2012. Como fue la prensa británica, y no toda, la que dio la noticia, la
superficie incrementada está en millas: 533.000 millas cuadradas, lo que supuso
una superficie total de 1.380.000 millas cuadradas. Pese a los anuncios de la
apertura de una nueva línea de navegación interoceánica entre el Pacífico y el
Atlántico, los satélites de la NASA mostraban en agosto una consistente capa de
hielo entre las islas del norte de Canadá y Siberia.
Encima, el
departamento de la NASA dedicado al estudio de la nieve y el hielo dio de
manera errónea los datos medidos por satélite. El 4 de septiembre este centro,
establecido en la Universidad de Colorado, difundió en su página web que el
aumento de la capa de hielo fue de 919.000 millas cuadradas y una superficie
total de 2.380.000 millas cuadradas. Sin embargo, los aficionados demostraron
que los cálculos de la NASA estaban
equivocados y eran inferiores. La Agencia los modificó sin
decir nada el 10 de septiembre. Menuda responsabilidad científica.
Por su
parte, la BBC, presentada como epítome del periodismo objetivo, serio y
aburrido, preguntó a Wieslaw Maslowski qué tenía que decir sobre los
nuevos datos y éste se limitó a cambiar la fecha de su particular apocalipsis:
el deshielo del Ártico se producirá en esta década; además, reconoció que él y
su equipo habían mejorado su modelo informático para pronosticar el futuro. El
caso es no desdecirse nunca.
En la Antártida, también más hielo
Pero si en
el Hemisferio Norte ha concluido el verano, en el Hemisferio Sur ha acabado el
invierno, y éste parece que ha sido más crudo de lo habitual. La capa de hielo
marítimo, la banquisa, de la Antártida, había alcanzado una superficie mayor
que la de los años más recientes. Uno de los pocos medios de comunicación
españoles que lo revelaron fue Antena 3. El
calentamiento global, ¿no debería ser uniforme en todo el
planeta, ya que, según la doctrina calentóloga, lo causa un gas maligno, el
CO2, y éste se distribuye libremente una vez que se encuentra en la atmósfera?
¿Será suficiente para desmontar el alarmismo sembrado por los calentólogos,
aunque sus exageraciones los debilitan?
En 2007, el
mismo año en que, recordemos, se anunció el deshielo del Ártico, Greenpeace
distribuyó un fotolibro escandaloso en que aseguraba que si la Humanidad no se
volcaba en frenar el calentamiento global, el Ebro se secaría. En la obrita
colaboraron todos los escritores progres con galones: José Saramago, Rosa
Regás, Manuel Rivas, Iñaki Gabilondo, Miguel Delibes de Castro y Joaquín
Araujo.
Si acudimos
a las hemerotecas, el Ártico está deshelándose desde 1938, por lo menos. Así lo
publicó The New York Times en
su edición de 12 de diciembre de ese año. Una expedición científica soviética
que había navegado por el Ártico en los meses anteriores, en el rompehielos Syedof, llegó a la conclusión de
que el mar se estaba calentando y, en consecuencia, deshelando. La causa
atribuida a ese fenómeno no fue la emisión de CO2 debido a la industria y la
quema de combustibles fósiles, sino a un cambio en la Corriente del Golfo.
Claro que
entonces, con unos Estados Unidos pugnando por salir de la crisis económica
originada en 1929, el enfrentamiento entre el presidente Roosevelt, por un
lado, y el Congreso y el Tribunal Supremo, por otro lado, la guerra civil
española, Hitler y Stalin repartiéndose Europa, la noticia pasó inadvertida.
Ningún científico soñaba con las inmensas subvenciones que podía recibir ni
ningún político con el poder que podía cumular recurriendo
al miedo causado por el calentamiento global.
Para 'El País', era una hipótesis sensacionalista
El
meteorólogo Antonio Uriarte explica así el episodio:
Era cierto
que el clima se estaba calentando desde hacía varias décadas (1915
aproximadamente) y especialmente en el Ártico. Pero ahí se quedó. A partir más
o menos de 1945 se produjo un enfriamiento acusado, que duró hasta 1975.
Y quienes teníamos
ya uso de razón en los años 70 del siglo XX recordamos que el coco con que se
nos asustaba, junto con la superpoblación, era la venida de una nueva era glacial.
Al final de
ese período de enfriamiento citado por Uriarte, en 1977, después de un verano
anormalmente frío y lluvioso, El País,
que llevaba poco más de un año en la calle y todavía no estaba controlado por Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián,
publicó un editorial en el que calificó de hipótesis sensacionalistas
y de suposiciones las teorías sobre un cambio climático drástico.
Se especula
mucho en estas fechas sobre posibles cambios a escala mundial. Verano como el
sufrido algunas semanas de estos meses apoyan hipótesis sensacionalistas y que
verdaderamente rozan la ciencia ficción. Anomalías climáticas como las
acaecidas en EEUU, Australia o Europa en el verano pasado ayudan también a
mantener las suposiciones de que algo extraño acontece en la atmósfera de
nuestro planeta. Pero ¿existe un verdadero
fundamento científico para pensar que estamos en una época
crítica, meteorológicamente hablando? La respuesta en este sentido es rotunda:
no poseemos series cronológicas de datos suficientemente amplias que lleguen a
aportar explicaciones concretas sobre el tema.
Luego
vino el negocio y desapareció la desconfianza en los organismos oficiales
propia del viejo periodismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario