El Papa llevaba algún tiempo sintiendo que sus fuerzas flaqueaban para culminar su responsabilidad ante Dios, y ha
ofrecido a la humanidad sus últimos esfuerzos en esta vida desde la humildad del
peregrino. Según ha confesado, se va a dedicar, desde ahora, a rezar y a escribir y de cuando en
cuando, con el permiso de la agilidad de sus manos, a recordar sus años jóvenes de
pianista virtuoso.
El Papa, el Jefe de Estado más desarmado y más poderoso del
mundo, se ha despedido del "poder" de la tierra y se ha refugiado en su única
razón de ser y de existir, que es el amor a Dios.
Esa visión del helicóptero
sobrevolando el Vaticano y Roma rumbo a Castelgandolfo daba la sensación de acercarse a la
caricatura de sus sueños, es decir, la consecución de los azules infinitos que
tanto ha demandado su cuerpo avejentado. Y lo ha hecho, como solo una persona de su valía podría hacerlo, es decir, después de renunciar,
después de agradecer, después de pedir y después de regañar a quienes en el
poder permanecen por el simple hecho de tener poder.
Ese trayecto de treinta kilómetros en helicóptero que ha atraído la atención de centenares
de millones de personas en el mundo quedara en nuestro recuerdo como un misterio.
Las últimas palabras del Santo Padre, en plaza de
Castelgandolfo, resumen y dan un valor inimaginable a lo que significa el abrazo a la humildad y al servicio.
«Soy feliz de estar con vosotros rodeado de la belleza de la Creación». «A
partir de las ocho de la tarde, seré simplemente un peregrino que inicia la última etapa de
su peregrinación en esta Tierra. Gracias y buenas noches».
Se ha despedido como si
la solemnidad ya no fuera con él, cuando esa sencillez subrayaba precisamente
la grandeza de esa ceremonia. Encorvado, débil, tembloroso, se ha refugiado junto
a Dios su último representante en la Tierra, un hombre de fe apasionada que amaba todo y a todos desde
la cultura, un hombre de la Iglesia, sabio, espiritual, afable, paternal y, sobre todo, muy
bien educado.
Ojalá sus plegarias por toda la humanidad encuentren el eco que esperamos en los oidos de "Dios" porque verdaderamente la humanidad necesita, en los tiempos actuales, que su abrazo llegue a todos y cambie nuestra mentalidad terrenal, sobre todo al que próximamente va a ocupar la máxima responsabilidad como representante de Dios en la tierra.
¡¡Hasta siempre Santo Padre!! Creo que siempre será para todos nosotros como ese padre anciano al que, por su sabiduría y bondad, queremos estar pegaditos si no físicamente sí, al menos, emocional y espiritualmente.
Un abrazo.
Blanca Redondo
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