Quiero compartir con todos vosotros este artículo sobre el “Concierto de Año Nuevo”
porque me parece muy interesante, sobre todo para los que amamos la música y
soñamos con que algún día podamos asistir en persona a este evento.
Como no nos ha tocado la lotería, seguiremos
esperando….
Valses y
polcas de la familia Strauss
EL CONCIERTO
VIENÉS DE AÑO NUEVO: DESAYUNO CON DIAMANTES
"La marcha de Radetzky"
siempre es la pieza más aplaudida.
Ningún
espectáculo televisado –si hacemos caso omiso de algunas retransmisiones
deportivas como las Olimpiadas- goza de la amplísima audiencia del Concierto
de Año Nuevo a cargo de la Filarmónica de Viena en su sede del
Musikverein, inaugurada en 1870. Aunque el evento al que nos referimos se inició
en 1939 hasta nuestros días, entonces sólo con trascendencia local hasta
convertirse en universal. En sus comienzos, la propia Orquesta, curiosamente,
desdeñaba los valses. Pero, algo más: muchos de sus componentes eran de
ideología nazi, empezando por su director. Clemens Krauss, amigo de Göebels.
Los de filiación judía fueron denunciados, allá por 1942. Una comisión
convocada al efecto ha confirmado ahora esas más que posibles sospechas,
sosteniendo la relación de sus músicos con el régimen hitleriano.
Política aparte, aunque en la edición de este año
se recuerde el centenario de la I Guerra Mundial, nadie puede discutir el
fasto cultural que supone esta magna y popular celebración musical desde la
capital austríaca, a base de un repertorio ya clásico de valses y polcas. La
mayoría de ellas firmadas por un mismo apellido: Strauss. Una dinastía
que empezó Johann Strauss I, hijo de unos modestos posaderos, en la
primera mitad del siglo XIX, al que llamaron "el rey del vals".
Aunque quien realmente dotó a ese ritmo de alcance internacional fue uno de sus
tres hijos, también de igual nombre, apodado "El emperador del vals"
para elevarlo de categoría respecto a su progenitor. En cambio, sus otros
descendientes, gozaron de menor entidad: Josef, era de carácter retraído, tuvo
poca producción musical y, además, murió tempranamente; y Eduard, tenía
talento, fue excelente violinista, pero le perdió su idiosincrasia, al ser muy
engreído, envidioso y conflictivo. Así es que nos ocuparemos más de
Johann II y de sus valses más conocidos. El más divulgado, con fecha de 1843,
"El bello Danubio azul" (o "El Danubio azul"), encargo que
recibió de la Sociedad Coral Masculina de Viena para bailarse sobre todo en ese
tipo de fiestas. No lo compuso con ánimo de ensalzar el encanto fluvial, sino
como símbolo del romanticismo vienés. De su primitiva condición coral pasó ser
tema instrumental, un vals sinfónico que tantas veces se ha utilizado en las bandas
sonoras de películas y en la apertura de los bailes aristocráticos o simples
bodas.
De 1866 es "Bombones de Viena", que Johann
Strauss II dedicó a la princesa Pauline de Metternich-Wineburg, esposa del
embajador austríaco en París (hijo del que fuera legendario Canciller) llamada
"La gran dama del II Imperio", en la Corte gala de Napoleón III.
Luego, en 1868 nuestro inspirado autor, que gozaba de la amistad y admiración
de sus colegas Brahms y Mahler dio en crear el vals posiblemente
más poético de su repertorio: "Cuentos de los Bosques de Viena", con
el que quiso evocar las bellas colinas que rodean la capital austríaca. Y sepan
que el mismísimo Richard Wagner, de conocido endiablado genio y poco
proclive a alabanzas ajenas, elogiaba el genio creador de Johann Strauss II,
quien consideraba a "Vino, mujeres y canciones", como el mejor de sus
valses, que se dio a conocer en 1869. Tanto le gustaba a Wagner que estando un
día escuchando el concierto de una orquesta de aficionados, llegado a escuchar
tal vals, se dirigió al director, le arrebató la batuta, para continuar la
interpretación bajo sus órdenes.
A partir de 1870 Johann Strauss II se dedicó más al
teatro musical, dejando en sus operetas valses inolvidables: "El
murciélago", "Rosas del sur", "El barón gitano; En 1973
compuso “Sangre vienesa", en unos difíciles momentos económicos para el
país, que sus compatriotas estimaron como una inyección de optimismo. Su larga
lista de éxitos quedaría completada en 1888, con ocasión de festejarse el
cuarenta aniversario de la coronación de Francisco José, al ofrendarle su
majestuoso “Vals del Emperador”.
Si la biografía artística de Johann Strauss II resulta
impecable, en cambio su vida personal estuvo llena de episodios donjuanescos
que enturbiaron su hogar. Enviudó de su primera esposa y la segunda le recetó
la misma medicina que él había empleado con su cónyuge anterior: le fue infiel
con un director de teatro. Tras divorciarse eligió a una joven con muchos menos
años que él. Empeñado en casarse con ésta, hubo de renunciar para ello a su
nacionalidad austro-húngara y a su fe católica. A día de hoy se le sigue
recordando como el más fecundo compositor de la legendaria familia Strauss, aquel
que en un solo día era capaz de crear un vals de exquisita belleza.
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