El Señor va sembrando en su camino a gente con una mente privilegiada y este es el caso de Joseph Ratzinger.
Ojalá seamos capaces de aceptar en nuestros corazones todos los cambios que la iglesia necesita para ser verdaderamente una iglesia universal.
LAS PROFECÍAS
DEL JOVEN RATZINGER
En 1969 un joven sacerdote llamado Joseph Ratzinger hacía un análisis certero en una radio de cómo sería la Iglesia en el tercer milenio.
Joseph Ratzinger ha sido una de las mentes más lúcidas que ha dado el
siglo XX. Ha sido el 265 Papa de la Iglesia Católica bajo el nombre de Benedicto XVI, prefecto de la importante
Congregación de la Doctrina de la Fe durante 24 años, decano del Colegio
cardenalicio y anteriormente arzobispo de Múnich, cátedra a la que llegó siendo
un simple sacerdote. Y ante todo ha sido y es un gran teólogo, uno de
los grandes, lo que le ha permitido dejar una impresionante obra a sus
espaldas, siendo además uno de los más jóvenes participantes en el Concilio
Vaticano II.
Ahora que descansa tras los muros del convento del Mater
Eclessiae en una vida de oración y de estudio y la perspectiva permite una
visión más relajada, se van conociendo más datos de la vida del Papa emérito. Y
éstos muestran el gran discernimiento que ha tenido para leer los signos de
los tiempos y cómo afectarían a la sociedad actual en general y a la
Iglesia Católica en particular.
Charlas radiofónicas en 1969
En 1969 un joven sacerdote y teólogo de apellido Ratzinger
ya destacaba como profesor y en una radio alemana daba una serie de charlas que
habrían pasado inadvertidas de no ser porque ese joven se convirtió años
después en uno de los personajes más relevantes de la Iglesia. Estas
conferencias radiofónicas fueron recogidas más tarde en un libro que en español
se ha reeditado como Fe y futuro.
Precisamente en el quinto punto de este libro el joven
teólogo alemán reflexionaba sobre con qué aspecto se presentará la Iglesia en
el año 2000. Más de cuarenta años después, este pensamiento de Ratzinger se
manifiesta como de gran actualidad y lo que eran unos pensamientos razonados
con el tiempo se han convertido en una especie de profecías, pues
detectó de manera casi exacta lo que ha ocurrido en la Iglesia hasta hoy.
Este certero análisis no estuvo exento de dificultad.
Sus charlas radiofónicas se produjeron en uno de los momentos de mayor
inestabilidad de la historia contemporánea. El mundo estaba inmerso en la
Guerra Fría, acaba de pasar el Mayo del 68 en París y la invasión de
Checoslovaquia tras la Primavera de Praga. En África se daba de manera
fulgurante la descolonización y numerosos grupos terroristas y guerrillas
surgían por todo el mundo. Mientras tanto, en la Iglesia se vivían los confusos
años del postconcilio y los problemas que surgieron en todo el mundo en su
interpretación.
"Un teólogo no es un
adivino"
Por todo ello, estas reflexiones se convierten más que
nunca en unas profecías que permiten entender de manera aún más clara a
Benedicto XVI y su lucha contra el relativismo y apuesta fiel por el
diálogo entre fe y razón.
Ratzinger, al que le faltaban aún varios años para ser
obispo, aclaraba que "un teólogo no es un adivino" y tampoco
"un futurólogo" y explicaba que su oficio "establece lo que es
calculable, y tiene que dejar pendiente lo que no es calculable" y tras
analizar el ayer y el hoy reflexionaba sobre ese mañana que aparecía en el
horizonte con el tercer milenio.
"El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá
también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la
plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas.
No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual", afirmaba el
joven sacerdote alemán.
"Ya no podrá llenar muchos
edificios"
En ese contexto alertaba de lo que pasaría años más
tarde y que acabó convirtiéndose en uno de los mayores problemas internos de la
propia Iglesia. "El sacerdote que sólo sea un funcionario social puede
ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá
siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al
margen cuando aconseja en el ejercicio de ministerio, sino que en nombre de
Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas,
sus alegrías, su esperanza y su angustia", auguraba el años más tarde
Papa.
Sobre la presencia de la institución en el mundo
agregaba que "de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá
perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya
no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más
favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la
sociedad".
Tal y como luego se ha demostrado años más tarde en
Occidente, Ratzinger afirma que la Iglesia "se presentará, de un modo
mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de libre voluntad, a la
que sólo se puede acceder a través de una decisión". Es decir, una Iglesia
en la que los fieles lo serían por plena elección y donde en muchas
ocasiones supusiese ir contracorriente.
"El proceso será largo y
laborioso"
De este modo, añade que "la Iglesia reconocerá de
nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará
nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de
estructura litúrgica". Y este es justamente el camino que se está
siguiendo tras años de gran confusión con ideas progresistas y marxistas que se
infiltraron en la Iglesia y que provocaron la desvirtualización o manipulación
de los sacramentos y de los que ahora sólo quedan algunos nostálgicos.
En su charla radiofónica de 1969 el eminente profesor
de Teología indicaba que el "proceso de cristalización y la clarificación
le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en
una Iglesia de los pequeños".
"El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo
el camino que llevó a los falsos progresismos, en vísperas de la revolución
francesa -cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas
y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en
modo alguno segura- hasta la renovación del siglo XIX", decía Ratzinger.
Sin embargo, a continuación resaltaba que "tras
la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y
simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente
solitarios en un mundo plenamente planificado". En su opinión,
"experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su
absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los
creyentes como algo totalmente nuevo".
Y así, concluye el Joseph Ratzinger de 1969:
"Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad
en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se
hará visible a los seres humanos como la patria que les da la vida y esperanza
más allá de la muerte".
No hay comentarios:
Publicar un comentario