Ojalá
y todos los esfuerzos que está haciendo lleguen a buen puerto y sean
verdaderamente eficaces. Dios le ilumine!!!
JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL
EN EL VATICANO
Día
21/04/2013 - 15.03h
La
creación, rápida y sigilosa, de un consejo de cardenales sin precedentes
permitirá un cambio decisivo en la Curia
El primer
gran paso en la reforma de la Curia vaticana ha concluido con éxito… y
sin que casi nadie se diese cuenta de su alcance. En términos militares se
diría que ha sido una «guerra relámpago», al estilo alemán, pero con una
operación «stealth» como los «bombarderos invisibles». Francisco ha
creado un gabinete mundial de ocho cardenales «para aconsejarle en el
gobierno de la Iglesia universal», y está en contacto con ellos desde el 13 de
abril con vistas a ultimar, antes de octubre, un plan de reorganización de la
Curia romana. Los ocho son personajes de gran peso en sus respectivos
continentes y, sobre todo, «espíritus libres», capaces de aconsejar sin miedo y
con apertura mental.
La jugada
maestra del nuevo Papa ha sido tomar una medida sin precedentes en los últimos
cinco siglos –desde que se creó la Curia romana centralizada– mediante un
simple comunicado de la Secretaría de Estado. Lo ha hecho sin debate previo,
sin emitir normas jurídicas y sin implicar a la Curia en la creación de un
equipo de alto nivel destinado precisamente a reformarla desde fuera y desde
lejos, vista la imposibilidad de hacerlo desde dentro. Mientras que los
departamentos del Vaticano se ocupan de áreas temáticas como Obispos, Doctrina
de la Fe, Laicos, Familia, etc., los ocho consejeros del Papa abordan todos los
temas de gobierno de la Iglesia universal, incorporando a la vez, además de la
sensibilidad de cada uno de ellos, también la de su respectivo continente.
Igual que
Francisco sorprendió al mundo en su primer saludo inclinándose humildemente en
el balcón para recibir la oración de los fieles en la plaza de San Pedro, ahora
ha sorprendido a la Curia con una reforma «repentina y silenciosa», quizá la
única posible.
El
ingenioso modo de lanzarla y la valía continental de los ocho consejeros aumentan
las probabilidades de que Francisco logre
Los que conocen a Bergoglio aseguran
que será capaz de hacerse con las riendas y gobernar
acabar con
el «carrierismo», las «cordadas», la pereza y el clericalismo de una Curia
romana en la que hay muchas personas extraordinarias, inteligentes y generosas,
pero que, en conjunto, sufre el lastre de un organigrama anticuado y de
demasiados vicios italianos. Con frecuencia, el esfuerzo y el trabajo de los
mejores –laicos, sacerdotes, religiosos o cardenales– termina siendo casi
inútil por la desidia o las maniobras de los peores, que resultan muy difíciles
de quitar del medio.
Los que
conocen bien al cardenal Bergoglio llevan un mes asegurando que será capaz de
hacerse con las riendas y gobernar. Quienes conocen la enorme dificultad de
reformar la Curia, han temido hasta ahora que la inercia de los burócratas
termine por agotar las fuerzas de Francisco en una reforma que es el primero de
los «trabajos de Hércules» asignados en los debates del pre-Cónclave al futuro
Papa.
El elegido
no queda vinculado a ningún mandato ni promesa. Aun así, como señal de
libertad, el comunicado detalla que el Papa, «recuperando una sugerencia
manifestada durante las reuniones generales previas al Cónclave, ha constituido
un grupo de cardenales para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal
y para estudiar un proyecto de reforma de la constitución apostólica Pastor
Bonus sobre la Curia Romana».
Francisco
no ha actuado como canonista sino como «manager», recurriendo a procedimientos
sencillos y eficaces en lugar de crear alambicadas estructuras jurídicas,
precisamente uno de los problemas del Vaticano.
Maradiaga,
al frente
El nuevo
consejo mundial de cardenales es un sencillo «grupo de trabajo», que tiene al
frente como «coordinador» al cardenal de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez
Maradiaga, un personaje de fuerte presencia internacional, antiguo
presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que ha mantenido más
de un pulso con la Curia vaticana.
Aunque hay
al menos un pastor residencial por continente, el grupo consta de tres
americanos, un europeo, uno del Vaticano, un africano, un asiático y uno de
Oceanía. Es la primera vez que se refleja la distribución real de los católicos
en el mundo, a diferencia del Cónclave, donde había 60 cardenales europeos –más
de la mitad de los 115 electores–, debido a la masiva presencia de 28
italianos.
El
representante de América del Norte es el «supercardenal» de Boston, Sean
O’Malley, capuchino, excelente comunicador, experto en erradicar abusos
sexuales y en sanear diócesis con problemas serios. Siempre con serenidad y con
una sonrisa en los labios, igual que Francisco.
El grupo
incluye cuatro «pesos pesados» continentales. El cardenal arzobispo emérito de
Santiago de Chile, Francisco Javier Errázuriz Ossa, ha presidido el
Celam; el cardenal de Múnich, Reinhard Marx, preside la Comisión de los
Episcopados de la Comunidad Europea (Comece); el cardenal de Kinshasa, Laurent
Monsengwo Pasinya, ha sido presidente del Simposio de Conferencias
Episcopales de África y Madagascar (Secam), y el cardenal de Bombay, Oswald
Gracias, preside la Federación de Conferencias de Obispos de Asia (FABC).
El
representante de Oceanía es el cardenal de Sidney, George Pell, muy
escuchado en el mundo anglosajón. Es el único miembro del grupo que podría
considerarse ligeramente «conservador», pero siendo a la vez muy pragmático,
flexible y eficaz.
El único
italiano en el grupo es el piamontés Giuseppe Bertello, presidente de la
Gobernación del Estado del Vaticano. Es un diplomático con larga experiencia en
medio mundo. Como su tarea es administrar el minúsculo Estado, el grupo no
incluye ningún miembro de la Curia romana. Incluso el secretario del grupo, el
obispo de Albano, Marcello Semeraro, está fuera de Roma.
Aunque los
ocho cardenales aconsejan al Papa en todos los terrenos, la prioridad es la
reforma de la Curia mediante un recorte
El grupo de cardenales consejeros ha recibido ya
algunas propuestas radicales
del número
de departamentos y el acceso directo de cada uno de sus jefes al Papa, sin el
cuello de botella de la Secretaría de Estado. Pero, sobre todo, el cambio a una
actitud de mayor colegialidad y de servicio a las diócesis. Simplificar el
organigrama, dar más tareas a laicos, abandonar el ascenso automático a
cardenal de los jefes de departamentos y de los arzobispos de diócesis antiguas
que se han vuelto insignificantes, utilizar el español y el inglés –que son los
idiomas de los fieles–, mantener reuniones periódicas –quizá cada dos años– de
los cardenales electores… Las sugerencias acumuladas abarcan todos los campos.
El grupo
de cardenales consejeros ha recibido ya borradores antiguos de reforma,
aparcados durante años, así como nuevas propuestas, algunas de ellas radicales.
Son remedios enérgicos, impensables con otros Pontífices, pero no con el Papa
Francisco.
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