¿Recuerdan aquélla canción?:
Carmen de España “manola”.
Carmen de España, valiente.
Carmen con bata de cola
y
la “señera” en la frente.
Pues a esta señora, o lo que sea, la viene que ni pintada.
DIARIO DE VERANO: DESERCIÓN EN MIAMI, DESOLACIÓN EN QUEBEC
29 de Agosto de 2013 - 20:06:07 - Federico Jiménez Losantos
Si alguien
no tiene aborrecimiento por la política española, está de enhorabuena, porque
hace mucho tiempo que no se veían venir momentos de tanta trascendencia. Si,
encima, el aficionado a la política es nacido o crecido en Barcelona, razón de
más para no moverse de allí, porque el acelerón del proceso de independencia
catalana convoca, en un sentido o en otro, a todas las vocaciones políticas de
aquella tumultuosa cosa. A ningún político en su sano juicio o con un mínimo
sentido ético de la vida pública se le ocurriría dejar su escaño por Barcelona
en el Parlamento Español en esta hora convulsa de nuestra historia. Y a nadie
que pretenda presidir el Gobierno de España se le ocurriría abandonarla, por
esas mismas razones, corregidas y aumentadas.
A nadie,
excepto a Carmen, Carme o Karma Chacón o Txacón. Y mucho menos para ir -dicen-
a dar clases en Miami. ¿Irá a aprender español en la Calle 8, aprovechando que
su marido es perito en Cuba, o enseñará esa jerga entre el lolailo y el cajún
que utiliza la casta política cataláunica? Ardo en deseos de saber dónde vivirá
y dónde educará a su criatura, porque en el futuro de los hijos se dibuja el
pasado y el presente de los padres. Pero lo que me preocupa de esta señora a la
que España no le preocupa nada, hasta el punto de desertar cuando se supone que
más falta hace, es qué pensarán en Quebec. Porque allí es donde se graduó de
nacionalista Carme, antes de volverse carmencita por un día en un pueblo
almeriense del que un día salieron sus abuelos para labrar, esforzados, la
naciente Cataluña y la muriente España. ¡Y ahora va la nieta y se larga! ¡Y a
la ciudad con más exiliados del mundo! ¡Y dice que no deja la política y que
volverá el año que viene!
¡Pero cuánta cobardía y cuánta, cuantísima mamarrachada!