EL PAPA, EN LA PASCUA: “EL ANUNCIO DEL ÁNGEL A LAS MUJERES ES LA BUENA NOTICIA POR EXCELENCIA”
Ante más de ciento cincuenta mil
personas, el Papa Francisco felicitó la Pascua al filo de un
mediodía alegre y soleado afirmando que «el anuncio del ángel a las mujeres
resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo. Es la culminación del Evangelio,
es la Buena Noticia por excelencia». Todo tenía sabor a fiesta, en un marco de
belleza realzada por más de cuarenta mil flores regaladas e instaladas por
católicos holandeses.
Como había hecho en la misa
de la noche del sábado, el Santo Padreleyó de nuevo las palabras del
ángel a María de Magdala y la otra María, que habían ido al sepulcro: «Vosotras no temáis, ya sé que
buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado... Venid a ver el
sitio donde lo pusieron».
Terminada
la misa del Domingo de Resurrección, la fiesta más importante del año, el Papa
dirigió su mensaje de Pascua desde el balcón de la basílica de San Pedro. La
Resurrección, dijo, es «la Buena Noticia por excelencia» porque «si Cristo no
hubiese resucitado, el cristianismo perdería su valor».
Ese
hecho histórico, que era el elemento central del testimonio de los Apóstoles y
los primeros cristianos, da sentido y valor universal a los sufrimientos del
Viernes Santo pues «Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros
pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de
la muerte».
La Resurrección lo cambia todo, y el anuncio de esa «Buena
Noticia» por parte de los cristianos de hoy no debe ser «sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito
y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al
lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario,
permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido...».
En
una conmovedora plegaria, el Papa suplicó a Dios: «Ayúdanos a derrotar el
flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los
que a menudo somos cómplices».
Igualmente
pidió: «Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los
niños, a las mujeres, y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al
abandono».
Rezó
también para que «podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de
Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen
tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de
la extrema pobreza».
Imploró
consuelo para «todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres
queridos» y también, específicamente, para «tantas personas, sacerdotes y
laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo».
Su
petición incluyó el cese de «todas las guerras, toda hostilidad pequeña o
grande, antigua o reciente», mencionando específicamente Siria, Irak, la
República Centroafricana, Nigeria, y Sudán del Sur.
Pidió
también por Venezuela «para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación
y la concordia fraterna», y por Ucrania, «para que todas las partes implicadas,
apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para
impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el
futuro del País».
Y
concluyó con una recapitulación: «Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de
la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz».
Al termino del mensaje, impartió
la bendición «Urbi et Orbi», «a la Ciudad y al Mundo»
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